En los últimos meses, las librerías en España han notado un resurgimiento en las ventas de libros en papel. Tras años de dominio de los dispositivos electrónicos, como tabletas y lectores digitales, cada vez más personas optan por regresar a los formatos tradicionales. Libreros y expertos señalan que esta tendencia está estrechamente relacionada con una creciente necesidad social de desconexión digital y búsqueda de bienestar personal.

De acuerdo con datos de la Federación de Gremios de Editores de España, las ventas de libros en formato papel han aumentado un 12% en el último año. Este incremento no solo se observa en grandes cadenas, sino también en librerías independientes, que han visto revitalizado el interés local por la literatura física. Los lectores, según los informes, buscan una experiencia más tangible y pausada alejada del entorno digital.

Paula Hernández, librera en Madrid, afirma: "Hemos visto a clientes de todas las edades venir en busca de libros impresos, muchos de ellos citando el deseo de descansar la vista y desconectar de las notificaciones constantes". Hernández destaca que las novelas clásicas y los ensayos de autoayuda son algunos de los géneros más solicitados. Este fenómeno va acompañado de un aumento de actividades en torno al libro, como clubes de lectura y presentaciones presenciales.

El auge de la cultura digital durante la pandemia aceleró la adopción de dispositivos electrónicos para el consumo de contenidos, pero también generó fatiga tecnológica en buena parte de la población. Muchos lectores identifican el tiempo de calidad que ofrece un libro en papel, sin distracciones ni interrupciones, como una forma de autocuidado. Según María Romero, psicóloga, "leer en papel puede reducir el estrés y mejorar la concentración, algo que difícilmente se logra en entornos digitales".

La preferencia por el libro físico también se refleja en las cifras de préstamos de bibliotecas. Datos de la Red de Bibliotecas Públicas muestran que el préstamo de libros impresos ha crecido un 8% respecto al año anterior. Además, se observa una creciente participación en actividades literarias presenciales, lo que refuerza la idea de que la lectura tradicional favorece la interacción y el sentido de comunidad.

En el sector editorial se percibe este repunte como una oportunidad para lanzar nuevas ediciones impresas y reediciones de clásicos agotados. Antonio Gil, editor en una reconocida casa editorial, comenta que "el libro físico sigue siendo un objeto cultural de valor, un regalo apreciado y una pieza decorativa en los hogares". Asimismo, se están experimentando formatos innovadores, como libros ilustrados y ediciones de lujo, para captar a los nuevos lectores.

El perfil del lector que vuelve al papel es diverso. Si bien tradicionalmente los adultos mayores eran quienes más preferían este formato, ahora se observa un notable incremento entre jóvenes y adolescentes. En institutos y universidades, varios docentes fomentan la lectura en papel para mejorar la comprensión lectora y evitar los distractores propios de los dispositivos electrónicos, según testimonios recogidos en diferentes centros educativos.

No obstante, los expertos subrayan que la coexistencia de ambos formatos, digital e impreso, es positiva para el ecosistema cultural. "No se trata de una guerra entre el libro físico y el digital, sino de responder a distintas necesidades y contextos de lectura", señala la editora Lucía Fernández. Muchos lectores alternan entre ambos soportes según la ocasión, el contenido y la accesibilidad de los textos.

Además del aspecto individual, el auge del libro en papel tiene un componente social importante. Librerías independientes y asociaciones culturales han consolidado su papel como espacios de encuentro, organizando charlas, firmas de autores y talleres de escritura. Estas iniciativas refuerzan la presencia de la lectura en la vida cotidiana, generando vínculos comunitarios difíciles de replicar en el ámbito digital.

En definitiva, el regreso al libro en papel es un fenómeno multifacético que responde tanto a la fatiga digital como al redescubrimiento del valor material y social del libro. Libreros, editores y lectores coinciden en que la experiencia de leer un libro impreso ofrece beneficios que van más allá de la simple acumulación de información, consolidando su vigencia en una época marcada por el cambio tecnológico.